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-40- tan tu dfecto; y según sea el estado de tu es.: píritu, así se moverán fácilmente los miembros del cuerpo; y nada practicarás en obras o en palabras, que no proceda corno de raíz, de tu propio corazón. «El hombre bueno del buen tesoro de su corazón saca cosas buenas, dice el Señor, y el malo saca del suyo cosas malas•. _ Debes, pues, con gran cuidado velar sobre la guarda de tu corazón, para conocer qué pensamientos y afectos son los que le asaltan, a fin de rechazar los malos y aceptar los bue– nos, y preocuparte siempre con ansiosa soli– citud de la salvación de tu alma, segun aque– llas palabras del Profeta: cMi alma siempre en mis manos, y no he olvidado tu ley». Si esto hacia el Santo Rey David, teniendo a su cuidado el gobierno de un reino de la tierra, ¿cuánto más debe el Religioso, censa· grado a Dios, tener ante sus ojos la salud de su alma, dejados a un lado los cuidados de las cosas terrenas? · Para la pureza del corazón ayudan mucho la soledad y el silencio, estudiar, ! r.er , orar• meditar, y nada querer saber de lo que pasa en el mundo; que a las veces más daño cau– san las cosas malas, cuando se oye, , que pro– vecho las-buenas, cuando se leen en los li– bros. Apenas se hallará una obra tan 'JUena, que

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