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- S9 - grave., ni vicio tan arraigado, que no puedan curarse, si se descubre la llaga y se busca e\ consejo del médico espiritual. Mas una cosa es conocer el remedio, y otra muy distinta aplicarlo a sí mismo. Muchos no ignoran lo que se debe hacer y 1o que debe evitarse; pero no ponen empeño en la guarda del corazón y de la boca; de ahí que a la más ligera ocasión se ven arrastra– dos a los vicios antiguos e inveterados. En esta vida, que toda ella no es más que tentación y lucha, es preciso comba!ir todos ]os días, y proponer con mucha firmeza, e im– plorar. con fervor la divina gracia, hasta que llegue el fin de ella y del interior combate. No hay aquí remedio alguno, con que radi– calmente se curen todas las dolencias de los vicios, hasta el punto de no sentir impulso al– guno de la concupiscencia; es este uno de los gozos de la .terna dicha, prometido a los ,Santos. Esto no obstante, puédese con la divina gracia refrenar los movimientos malos, y evi– . tarse las ocasiones peligrosas, y lavarse por medio de la contrición dolorosa de las man– chas contraídas cada día. Molesto afán es defender el corazón de los vicios, que le impugnan, y no dejarse llevar del afecto a las cosas criadas. Son el Criador y la criatura quienes solici-

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