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- 350 - rado; y ahora se ha convertido en pan de ce– bada, molido y apreiado, y no diré ~entira si añado, sin sobar y cocido en el rescoldo. ¿Cómo, pués, no he de llorar el dolor de mi destierro, y los trabajos que sufro en tierra extraña? Gemid conmigo; hijos de los hom– bres, y llorad sobre vosotros mismos, hijos de Adán, que coméis la ceniza como pan, y ha– béis cambiado el manjar celestial por el terre– no. Y ¡oh hijos ciegos e infelices! ¿qué es lo que habéis perdido? Porque no lo conocéis, por eso no lloráis; y así sois más dignos de lástima, porque no.sentís vuestra gran mise– ria. Mirad mi desgracia; de qué .delicias 'me he privado y cuántos males me rodean; sufro en la presente vida, y suspiro noche y d:~ por el banquete eterno, donde no se siente hambre y se bebe todo el vino en alegria; el vino, que alegra y esclarece el corazón de los santos; no el que perturba y entenebrece la inteligen– cia. ¡Quién me diera ahora de él un pequeño sorbo! Apenas se dá un poquito de agua salu– dable al que está sediento, siendo así que en el cielo mana con tanta abundancia. Háse cerrado el cielo para m', y h tierra no produce sus frutos, ni germinan en ella más que espinas y abrojos ¿Y todav.a me pre- , guntaís por qué no cómo ni bebo? ¡Hijos de lo> hombres! ~basta cuánio se- i

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