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- 348- Oyen ciertamente, pero no asienten, dicien– do: no os reconoce mos, retiraos, que <lel dia-– blo venís, el cual es vuesllo padr~, y n~ - hay· verdad en vosotros. Tal es el confliCto de las almas pi¡¡dosas, y· cuán amargo sea él entre tantas tentaciones lo sabe Dios, conocedor de todo. Llena está la vida de dolores y angustiasr como bien lo saben los que han probado el . caliz de su amargur~. De ahí que buscjúe el alma dónde poder r'~crearse, aunqu ~ inutil– mente, porque van~. es toda consolación,. cuando falta la divina. La experiencia diaria nos ens-.ña que es fa– laz toda esperanza terrena; y que se convier.. te en amargura cuanto fuera de Dios se bus– ca en la peregrinación sobre la tierra. ¡Ay de mil que se ha p~olongado mucho mi destierro, y n'ada encuentro en esta vida," en. que pueda descansar con seguridad mi alm_a .. Adviértenme mis miembros con vo·z distinta cada uno: No te fatigues tanto, que antes te consumirás que saciarte en· las cosas terre– nas. Por eso mi espíritu, que apetece siempre manjar bueno y delic~do; dice desengañado entre sí mismo: Volveré a mi casa, de do'ñde· salí; que mejor me iba antes que ahora, _y ya. me hastía lo que de fuera se me ofrece. Mas ¡oh carne mía! oj~lá oyeras esta voz, y– hol;ada toda prudencia humana, te d'ecídíeras /

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