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- 344- Y no es que tú, Señor, los quieras menos porque no atiendes sus ruegos ni cumples sus deseos, sino antes al contrario, al diferir su cumplimiento, quieres remunerar más copio– samente a los que dejas más sufrir en este mundo. Bien hayan ellos que han conseguido de tí tanta gracia, que arden ya en deseos de la vid'a eterna, y aguardan como fruto de sus b'Uenas obras, la gloria del paraíso. Mas yo, pecador, y oprimido como me ha– llo bajo el peso de mis pecados ¿cómo me atreveré a levantar los ojos a esos montes altos, es decir, a los santos, que por la alteza de su conversación elévanse sobre este va– lle de lágrimas, y tocan el cielo por la agude– za de la contemplación? ¡Ay, ay, ay de los habitantes de la tierra! . dijo el Apostol San Juan: ¡Ay de los que viven entre los punzantes estímulos de sus muchas pasiones! Y ¡ay de los que se apartan del ca:– mino de los justos; que no lloran, antes, sí, se ríen vanamente; y lo que peor es, que hacien– do el mal delante de Dios, no lo temen, sino al contrarío, lo miran como cosa de poca monta! ¿Por qué, pues, admirarse de que yo me duela, y me duela intensamente, como la cosa lo merece? Porque el dolor interior cambia el afecto del hombre, y no acierta ya a conso-
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