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-338- Mas escucha, alma mía, que oigo una voz– consoladora; una voz, que habla a los que se hallan en tristeza y llanto. Oye: Bienaventu· rados los que lloran, porque ellos serán con– solados. Y más: Haced penitencia; que se acerca el reino de los cielos. Voz es del Señor, con que consuela a sus· siervos. Voz del Señor, que nos amonesta al oído: Convertíos, hijos de los hombres, con· vertíos y vivid. Volvéos a mí, y yo me volveré a vosotros. Venid a mí todos los que trabajáis y estáis cansados, y yo os aliviaré. El Real Profeta, saliendo al encuentro a los. que lloran, les dice así: Cerca está el Señor de los que tienen atribulado el corazón. Y ha– blando de sí mismo dice también unas pala– bras llenas de consuelo: Oyóme el Señor, y se compadeció de mi; el Señor se ha hecho mi ayudador, porque no desprecia la súplica del pobre. Todavía es tiempo; aun nose ha cerrado la puerta. Puedes todavía remediarlo todo ·por la penitencia, así los males que hiciste, como los bienes, que omitiste. No te entr~gues al desaliento, que vino el Hijo del Hombre a buscar y salvar lo que se había perdido. No vino a llamar a los justos sinó a los pecado– res. Levántate, pues, alma mía, a la confianza consoladora; el Señor ha hablado. Tu vida
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