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-334- Lo que, pues, no te hace más humilde, ni tiende al mayor ben ~plácito de Dios, no 1o desées ni procures; que a lo que Dios te obli– ga es a conservar limpia tu conciencia, y a despreciar la vanídaá del mundo. Oye con atención las palabras de )e.sucrís– to, y rúmia con frecuzncia los salmos de Da-· vid; que ahí está la, verdadera sabiduría y la salud de tu alma. Escribe en tu corazón, como en un libro, la pasión de Cristo y sus sagradas llagas, y pon - toda tu esperanza en sus méritos y en los rue-– gos de los santos. ¿Qué podemos, pues, hacer nosotros, frági– les y pobrecitos, sino humillarnos bajo la po-– derosa mano de Dios, y así postrados en su presencia, implorar su misericordia? Resistiendo a los vicios e insistiendo en las buenas obras, van menguando poco a poco en nosotros las pasiones y concupiscencias, hasta llegar el hombre a alegrarse sobre ellás, contando que no busque más que el honor de Dios y no su propia complacencia, que esto ya no seria puro ni virtuoso. Pues quien no. refiere a Dios con pureza todas sus obras, manifiéstase claramente vano y soberbio. Cualquiera cosa buena, que haga el hom– bre, debe pensar que la ha hecho por la gra– cia de Dios, y no tenerse en algo a causa de ella; pues está obligado a dar gracias a Dios

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