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-27- ' dos, para no perder el Sumo Bien, el cual no ~s posible poseerse a una con las cosas bajas de la tierra. Y así al sentirse inclinado y como arrastra– do a ellas, ha de volverse á Dios por medio de la oración y contrición, y rogar, y decir con el Sto. Rey David: •Mis ojos siempre al Señor; Él librará mis píés de los lazos del enemigo». Pues así como claudicando y deleitándose en las criaturas, se esclaviza el hombre y se aparta de Dios, así por el arrepentimiento y contrición, se vuelve a Él, y obtiene la salud. Pecando se hace el hombre sórdido, frío y estéril; arrepintiéndose, orando y llorando sus pecados, se purifica, se enciende y se re– juvenece y vigoriza. Y es muchas veces la facilidad de la caí– da, motivo de enseñanza y aviso para pro– ceder con más cautela y diligencia. Aquél está de veras convertido, y no lleva en vano el nombre y hábito de religioso, que se halla muerto al mundo, y se goza de vivir solo para Cristo; que todas sus obras y pen– samientos los endereza a Dios, como fin últí– .mo; que en todas sus palabras y acciones no busca ni desea más que el honor de Dios y la gloria de su nombre; que nada desea hacer por amor de sí y por su propia comodidad, .sino que a sí mismo, y todas las cosas que

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