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-316- por otro lo que no quiere revelar al hombre– por sí mismo. He aquí en qué se echa de ver una gr3n de– humildad y sencilla obdiencia; en es~u:har · la palabra de Dios a un hombre iliterato, y en responder con mansedumbre al iracundo. Cosa muy digna de loa es callar al recibir alguna injuria; y digna cosa es de confusión·. contradecir al superior y no cu:nplir sus man– datos ni seguir sus saludables avisos. El verdadero humilde obedece aún en las . cosas ásperas y viles. Más que todos adelanta· en espíritu, quien más que todos se humilla y abate. Dz un solo golpe derriba a su ene– migo, quien con resolución quebranta su pro– pio juicio. ¿Qué cos·a más admirable puede ver3z, que · obrar cosas grandes y sentir de sí bajamente? · Ello es a la verdad no abusar de la gracia de Dios ni del poder que le ha sido confiado. Para salir ilesos e:t Jos peligros, a que esta- · mos expuestos en todos los momentos no hay · arma tan segura y fuerte como la humildad verdadera y la oración devota, con la concien– cia pura. El soberbio tropieza en tantos la-z~s, cuan– tos son los pensamientos malos y orgullosos que bullen en su mente. El alma humilde no se engríe por los bienes, sino que da gracias . por todos Jos que de su mano ha recibido.
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