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-3011- dad, fortaleza grande del espíritu, por la cual se vence todo en este mundo. Por ella estando en medio de las muche– dumbres, se Ignoran muchas cosas; porque piensa uno que tiene otras a que atender, niás importantes; que.las de la tierra presto pasan y para poco sirven. Y donde todo se mueve i.ncesantemente, ella sola, firme e inconmovible, procura unirse a lo único, que es en verdad necesario e impres– cindible. Quien entra en esta feliz soledad, aunque trabaje exteriormente, no cesa de orar inte– riormente. Y si por algún tiempo le acontece distraerse, se apresura luego a recogerse de nuevo, porque dentro de si percibe una voz, que le dice: Vuelve a tu corazón; vengo pron– to, aquí estoy; soy yo el que estoy a la puerta y llamo; ábreme, hermana mía, deseo contem– plar tu belleza. Dichosa el alma, que siempre permanece atenta a este llamamiento; porque será levan– tada sobre todos los bienes presentes. Mas quien se deja prender de estas cosas caducas y perecederas, se disipil mucho interiormente, y · muy tarde llega a conseguir esta soledad del corazón, en la que Dios habla a las almas; y por eso es ordinario en él carecer de la di– 'Cina visitación. En esta soledad santa entraron los discípu- ·1·.:·/ ..· • e

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