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- 304- Y no te sea duro, siervo de Dios, guardar silencio en este mundo por un poco de tiempo; que si lo hicieres, te alegrarás para siempre con los ángeles en·la gloria. Pórtate en la tierra como se portan ellos en el cielo. Hízose en el cielo, escribe el Evange· lista, un profundo silencio. Porque no lo guardó Lucifer, cayó de aque· lla altura con toda su comitiva. Dijo: Escala· ré el cielo, pondré mi trono sobre el aquilón, subiré sobre la cima de las nubes, seré i.gual al Altísimo. ¿Qué dices, oh insensato, qué pensamientos son esos que abrigas en tu mente? En aquel soberano monasterio, en que por el supremo Abad ha 'Sido impuesto silencio rill..uroso de toda palabra mala, ¿cómo no temiste dejar oír tu voz? ¿No sabias que en lo que Dios te ordenara, érate preciso mantenerte? ¿Cómo caíste, Lucero, que nacías por la mañana? Turbaste el cielo con tu soberbia, no guar· daste la disciplina del gran Padre, traspasas· te lo establecido por el Abad soberano. Con razónfuiste lanzado de aquel lugar, y no pu· diste sostenerte, porque quebrantaste el silen– cio en el celestial monasterio. Es preciso guardarse de tal presunción y modo de hablar, y guardar el silencio, el ccai nos preserva de grandes y fatales caídas. D~l cual está escrito en los divinos líbros: •Gua~- ¡ ~

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