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1 1 - 303- pdra no dar en las mismas faltas, o por ven– tura en otras mayores. Quien es amante del silencio y de !a pureza de conciencia, no ignora el bien c::1e lleva en su interior; vida· de paz es su vida. Y si le acontece alguna vez tener que sufrir algún trabajo, no tarda en imponerse. la paz dulce y placentera, por haber resistido a Jos enemigos y héchose violencia a sí mismo. Terne llegar por incuria y ligereza a perder el tesoro hallado, el cual debe antes escon– derse que disiparse, por consejo del Señor. Mirad que, nadie lo sepa, dijo Jesucristo. Así que, del mismo modo que el avaro sus 'monedas, debe el Religioso contar y recontar ·todas sus palabras, para que no se le escape ninguna inútilmente y sin ganancia. Que de Religioso es desentenderse de cosas terrenas, callar, orar y fuera de Dios no querer cosa ninguna. El lugar, en que vive el Religioso, sant_o es. ¿Y para qué ha de ocupar esa tierra óptima, si no ha de producir sabrosos frutos? El hombre hucno, dice Jesucristo, de su te– soro bueno, est0 ..::s, ...:e su eorazón puro~ saca cosas buenas, y del rnisn·JO rno~o el malo saca co,~as malas. Hablemos, pues. de Dios, cuando la ocasión se diere, o caJiemos por amor de Dios; pero de cosas del munp0 '"'hablemos jamás.

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