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300 ~-- P~ro no s~ ~ngañ~ nadi~ p~nsando qu~ consist~ ~1 silencio en no hablar jamás pala-– bra alguna; consist~ en distribuir, como bu~n disp~nsador, las palabras s~gún los tiempos y lugar~s conv~ni~nt~s. Y. aun d~be cada uno ponderar lo que le s~rá más saludabl~ y prov~choso. Porque a unos les convendrá más guardar un sil~ncio riguroso; y a otros les podrá dañar una exce– siva taciturnidad. Pu~s qui~n quisi~r~ dedicars~ al silencio, ponga sus ojos en jesucristo, y mire cómo acusado por sus enemigos, no r~spondió pa– labra; de modo que Pilatos se admiró mucho– Así está escrito: •Mas J~sús callaba», Y su Madre Santísima la B. V. Maria usaba también de pocas palabras, que, como nota San Bernardo, cuatro veces tan sólo halla mo~> que hablara en el Evangelio. Y así d~b~mos ·nosotros a ~j~mplo suyo y de su Hijo ·santísimo fijamos ~n ~sas pala– bras, y conferirlas ~n hu~stro corazón. s~a, pues, el siervo d~ Dios pronto para oír, tardo para hablar, y f~rvoroso para ad~lantar ~n el camino d~ la virtud. Mira si no ~s el silencio la guarda y ~1 in– . crem~nto d~ todo bien int~rior. Mira si no es un tesoro de cel~stiales riquezas el cara zón, qu~ lo guarda. Bienaventurado el qu~ ama y guarda el si– l~ncio; pues ~n guardarlo sentirá crecer ~n si
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