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1 .! 24 - con J.¡ ,¡,,,:i plilu; y apetecemos las agrada– hit-. ..; y conformes (On nuestro genio, no te– niendo c." cuenta lo que cicla la conciencia, y (llánto desagrada a Dios nuestro retraimiento· ele Él, y conversión a las cosas perecederas. Y aunque tengamos a algunc:J por obser– vante y bueno, si en alg<:> contraría nuestro gusto,. y quiere imponernos alguna restricción ponmestro bien espiritual, empezamos luego a resistirle descaradamente, y a sentir de el bajamente, y pretender que no debe dársele crédito. Y es demasiado común este error en mu– chos religiosos, los cuales contra el beneplá– cito de Dios y la voluntad de sus prelados quieren seguir su propio parecer, olvidándose del grave juicio que les aguarda, sí se fían d' si mismos más de lo que convienz y es justo. Lo cual ciertamente proviene del engrei– miento de su corazón, y de la instigación del demonio, que se empeña en arrastrar a la re– lajación de la carne a los que trabajan por adelantar en las vías del espíritu. Que no basta para la verdadera conversión del hombre haber cambiado el hábito o traie seglar, lo cual se hace en un día, y en una ho– ra; sino que entonce~ empieza la conversión sincera y verdadera, cuando se empeña el hombre en vencer sus vicios, y trabaja con grande ánimo por conseguir.las virtudes..

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