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-293- confusión y espanto a la vista del juez de cie– los y tierra, cuando oigan aquella severísima sentencia: Apartaos de mi, malditos, al fuego eterno, que fué preparado para el diablo y sus ángeles. Entonces se lamentarán y exclamarán: ¡Ay, ay! ¡qué es lo que hicimos, y cómo nos hemos perdido en un instante! Ya estamos condena– dos. ¡Ah! ¡que nunca hubiésemos nacido! Tar· de llega nuestro arrepentimiento; en vano es nuestro clamor y pena, porque inmutable per– manecerá la sentencia, que acaba de dictarse. Ya no hay sufragios santos, ni valimiento de , amigos, que puedan ayudamos. He aquí que estamos relegados a noche eterna y perpetuo olvido. Aprended, pues, oh hijos de los hombres, en las penas y oprobios de Jos condenados; estudiad en ellas, no os sobrevenga de repen– te la muerte, y caigáis en el infierno del que nadie os podrá librar. Convertíos y haced pe– nitencia vosotros, los que hicisteis pacto con la muerte. Conserváos inocentes y luchad, oh jóvenes, contra la impureza; no entreguéis al pecado vuestros miembros, '·que son armas de iniqui– dad; porque el pecado, al ser cometido, causa )¡¡ muerte al alma. Pensad m el fuego eterno; y con este pen– samiento apagad en v¡¡estros corazones el

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