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- 290- a otros; y no todos han de ser enseliados de la misma manera. Oye, pues, tú, dctestnble seguidor de la im– pureza. Ll amaré al cielo y a la tierra contra– tu vida de bestia. Traeré por jueces de tu con– denación a los ángeles y a los arcángeles, y aportaré por testigos irrecusables de ella a toda la corte de los santos. El mismo Criador y gobernador de todos los siglOs pronunciar.á sentencia 'inconmuta– ble, y se armarán todas las cria turas para vengar la torpeza de tu vida. Y los mismos espíritus malignos, incitado-· res y fautores tuyos, rugirán sobre ti, y ator– mentarán tu carne con tenazas encendidas, y avivarán el horno, lleno de pez y azufre, que no se extinguirá jamás. Harán patente los cielos tu iniquidad, pues. no habiendo qu~brantado ellos jamás la ley de la naturaleza (con no gozar de razón e -in– teligencia como tú), te juzgarán a ti, que que– brantaste la ley de Dios, y manchaste su ima– gen preciosísima; y no sufrirán que vivas en sus deliciosas moradas. Asi, pues, pecador inmundo, indigno serás de habitar el cielo. Clamará contra tí también la tierra, el más humilde de los elementos, porque mientras ella no falta en dar su fruto a los mortales, tú, siguiendo las inclinaciones de la carne, te has hecho indigno de p!sar su suelo; ya que te de-- ·1' ,

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