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- 287 - es peor aún, es arrojada en los calabozos del infi~rno. Dolámonos mucho, y llenos de temCJr a causa de nuestra flaqueza no nos engriamos; cuando vemos al Rey David, sdnto y profeta del Señor, derribado por la pasión carnal; y que aquel que con mente pura hollaba antes las cosas terrenas, cayó· desp'"és miserable– mente en obras tan indignas. Por cuyo grande crimen mandóle Dios mu– chas calamidades, en castigo de su delito, y para causar temor a todos los prevaricado– res. Min~ mos también las caídas :.an horrendas del sapicntísi1no Rey Salomón, ytemamos más y más los juicios secrdísimos de Dios, al ver que un tal y tan grande hombre del cual se lee que lo amó Dios, y fué llamado el amable del Señor, y lo hizo el más grande de los reyes de Israel, cayó en tan gran lo·:ura, que llegó a adorar ios ídolos; porque las mujeres pervir– tieron su juicio. ¿Quien pues no temerá por sí aunque se considere casto y santo en sus obras, oyendo haber caído hombres tan ilustres y escl~re­ cidos? Nadie, por tanto, se ensober0ezca con vana confianza, mientras se rnuev~ en la incerti· dumbre de esta vid a corruptible antes al con– tra~io más y más se humille, G!">átase y depri·

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