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- 281 -- dos con las armas de la contin mcia; y derra– mando su propia sangre nos mostraron lo que debemos hacer de nuestro cuerpo; porque de– seaban sirviésemos a la santidad, no a la co-· rrupcíón. Acude también hoy a las bodas del -{ijo de Dios una multitud sagrada de ;¡en as de· ambos sexos, ·ansiando en vez de los ¡pstos. de la carne, sec· llenas de los frutos rlzl Espí– ritu Santo, quo? son: paciencia, paz, modestia,. continencia 7 cc:stidad. Y siendo tan altas su dignidad y excelen– cia, no debe exh añar nos sintamos timidos y sobrecogidos· al pretender alabarla; 2U il para· los más sabios no·será ella empresa fácil y li– gera. No podemos sin embargo guardar ,·omple– to silencio acerca de ella, reconociéndola tan necesaria para nosotros; sin la cual no pode– mos llegar a ]¡¡ cumbre de la santidad, y con la cual no dud¡¡,·,os llegar a ser dichosos para siempre en compañia de los santos. lnvestigur:mos, pues, con diligencin cómo ha de guardarse. la castidad, y con 1ué medi– cina y remedios ha de curarse el corazón in– continente. A la posesión de esta 'virtud no puede lle– garse sin trabajo y sin combate; sin temor de Dios y guarda de sí mismo, a nadie Ir. es dado– perseverar en ella.
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