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-276- Pues guardar en la tierra por la gracia lo que guardan en el cielo por naturaleza los espíri– tus an¡¡élicos ¿cómo no ha de atraer la admi– ración del cielo? Ella se gloria en el Señor, y dice: «Ensal– zaste, Señor, sobre la tierra mi habitación, y yo he orado a causa de la muerte, que se des– liza sobre mí; y tú has librado mi cuerpo de la perdición. A ella se le debe con razón la divina res- ' puesta: <Esta es la que no manchó el lecho con pecado; conseguirá el fruto al igual de los santos•. Y en otro lugar alegrándose el esposo sobre esta clast de almas, dice así: •l'!:stas son las que no se desposarán ni serán dadas en ma– trimonio, mas serán como los ángeles de Dios ~n el cielo•. Ya se vé claro que la castidad trae su origen del cielo, y su genealogía de consortes nobilí– simos; pues es hija de la celestial jerusalén y pariente de sus dichosos ciudadanos. En su fecundidad se alegra el Espíritu San– to; que no pasa tiempo en que no produzca castas generaciones, y sus frutos son las sú– plicas devotas, las santas meditaciones y los afectos salidos de limpio corazón. ¡Oh qué hermosa es pues, la generación casta, junto con la caridad, que hinche el cíe-

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