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¡ ~ - 274 llamaban dichosas las estériles, y se enumera– ban con gloria por Moisés las generaciones. Pero ni aun entonces fué desconocida total– mente de los .Profetas; bien que no la predi– casen a la generalidad del pueblo. Así se des-. prende de las palabras de uno de ellos, que cual tórtola castísima cantó de esta manera: Alégrate, estéril que no pares; entona him– nos de alabanza tú que no engendraste, por" que ha muchos hijos la abandonada, muchos· más que la que tiene marido. Y en otro lugar contemplando la vida di– chosisima de los continentes, y cómo el Señor les reserva gloria especialísima, profetizó de esta manera: Esto dice el Señor a los eunucos: a los que guardaren los sábados, y digieren lo que a mi me place, y mantuvieren mi pacto; yo· les daré en ini casa y en mis muros un lugar y un nombre que valdrá por muchos hi jos ·y por muchas hijas. Y ved ahí cómo no ha sido recomendada sólo por Jesucristo la virtud de la castidad, sino también magníficamente ensalzada por los antiguos Padres. Y mucho convino que así fuese, y que con la autoridad de ambos testamentos se recomen– dase a nuestras almas; para que guardada exactamente, pudiésemos estar a Dios más próximos, ·y ser más caros il Jos ángeles. La incorrupción, como se Je~ r~n la SabirhJria ~
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