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-20- ~uarrláos de las sutiles y mortíferas seduccio– nes del demonio, no seáis tardos en rechazar– las; antes por el contrario, en cuanto sentís la picadura del aguijón de la carne, volvéos a Dios inmediatamente, e invocad su santo nom– bre, doliéndoos del mal, que aun a pesar vuestro quiere penetrar en vuestra alma; y entretenéos en pensamientos buenos y de co– sas espirituales, y acogéos al puerto seguro de la compunción del corazón. Haciéndolo así, huirá confuso y avergonza~ do el demonio, y se os acercarán los ángeles, enviados por Dios para vuestro consuelo, los cuales confortarán vuestras manos contra las potestades infernales. Permaneced, pues, en el temor de Dios; y especialmente al principio de la tentación ve– lad y orad con gemidos del alma y esJ)iritu de humildad, no sintiendo nada grande de voso– rros mismos, mas reconociéndoos con toda ingenuidad hombres frágiles, y siervos inútiles y sin provecho. Cuanto de bueno sentís o practicáis, atri– buidlo por entero a la gracia y misericordia de Dios, y no a vuestro trabajo y habilidad. A nadie teme tanto el diablo y lo rehuye, ~omo al humilde, y que se desprecia a sí miS:. mo; contra nadie prevalece·tanto, como contra el soberbio y que presume de sí cosas grandes. Guárdate, pues, de la soberbia, si no quie-·

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