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-242- torbellino, en la que clamaban con vehemen– cia los judíos: Crucificalo, crucifícalo; reo es· de muerte. Y jesús callaba; y acusándole los príncipes de los sacerdotes, nada respondía. ¿Cómo, pues, te atreves tú a quejarte, oh alma mía? ¿Dónde está tu paciencia? Tú eres la reo, y jesús sufre la pena. Tú pecaste, y Ét es el azotado; tú, tú hiciste ese mal grande, que no pudo borrarse, sino con su mttertc inocente. ¿Qué le darás tú, pues, en retribución .Por todos bienes que te ha hecho? ¿Qué darás tú en cambio de tu alma? Él dió por tí su vida, ¿cómo le pagaras tú esa fineza? Tomaré el caliz de salud, e invocaré el nom– bre de Dios. justamente en verdad; y si no quisieres aparecer ingrata, no has de conten; !arte con tomarlo sino también beberlo ente-· ramente. El Señor: ¿Pod~ás !ú beber el caliz, que yo bebí?-¡Oh Señor! todo lo puedo en el que me conforta.-Bebed de el todos. Bebed mi vino,. que yo os he esca:tciado. Os digo más: ·Si no comiereis la ca!'!le del hijo del hombre, y no bebiereis su sangre, no tendr~is vida en vos– otros. Y no digáis en vuestros corazones: Dura <€S esta doctrina, ¿cómo podremos abrazarla? Le– vantad hácia mi ·.r-.:estros o¡o:J, y ved que yo.

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