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-240- Esta es aquella hora, en la cual se regocija el R. Profeta, dir.iendo: Puso en mi boca un cántico nuevo, un himno a la gloria de Dios. Alegraránse mis labios, cuando te cantare, y también mi alma, que redimiste. Mi corazón y mi carne se regocijaron en Dios vivo. Y otros muchos hubo, que cantaron mara– villas de esta hora dichosa, y gustaron el don bueno de Dios, y la virtud y la gracia, que te· nian. Fuiste tú, Dios mio, quien se lo diste; fuiste– les propicio y Jos instruiste interiormente por medio de tu espíritu. Bienaventurados aque– llos siervos, que merecieron ser participantes de los bienes celestiales, y escogieron servir de dia y de noche a tan dulce dueño. No son de la tierra su vida y conversación, sino que viven sus corazones de la memoria de las cosas eternas. Hartos están de los me· jores dones del Señor; y ¡ojalá dejasen los restos para sus pequeñuelos; para que coman Jos pobres y se alimenten de'las migajas,·que caen de la mesa de sus señores! Pero ¿y qué hora es aquella·otra, de la cual está escrito: •Esta es vuestra hora y el poder de las tinieblas?•. Vuestras son, ¡oh jesús mío¡ si mal no recuerdo, estas palabras, las cuales, así como también otras muchas me complazco en traer a la memoria, pues sé bien que por mí fueron dichas y escritas todas ellas.
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