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- 236- S•·•inr, mi habitación. Tierra ardiente es la que– ""' has dado; dame también para ella el riege> de lo alto. Que no es pequeña la miseria; que me aflige en esta vida; pues a donde quiera que me· vuelva, no hallo sino dolores y trabajos. Rué– gote, pues, Señor, no te enojes contra mi; que mi espíritu está lleno de ansiedad, y no son de· murmuración mis palabras, sino dichas a im– pulsos del dolor y aflicción de mi alma. En• tu presencia derramo mi oración, y ante tus– ojos expongo la tribulación mía; que siempre sirve de consuelo al que padece confiar a un amigo su pena; y el tumor duele menos y an– tes se cura, cuando ha llegado a abrirse. A Tí. pues, revelo mi causa, ¡oh Padre de las mi– sericordias! -El Señor: ¿Y qué quieres que te haga? Ten buen ánimo, hijo mío. He visto la aflicción dt mi pueblo en Egipto, y he bajado para librar– lo de la esclavitud. Mas cuando te hubiere hecho bien, no te ol– vides de mi nombre, porque yo soy tu salva-· dor y redentor. No te aflijas, que ya estoy presente yo que te hablaba de lejos. ¿Por qué te consumes de tristeza'! ¿acaso te falta conse– jero? Acuérdate de lo que prometi a mis discípq– los: <No os dejaré huérfanos; os enviaré el pro– metido Espíritu de mí Padre, Espíritu de ver-
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