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- 235 -·- Y a pesar de todo sin embargo busco con– suelo en Cristo Jesús, Señor nuestro. No Jo merezco, Jo confieso; pero rlignate al menos, Jesús mio, darme un poquito de tu consuelo. Porque ¿quién, si no, ha de consolar mi alma? Muchos he hallado, que me entristecen, con– tándome falsas novelerías, no ciertamente -como tu ley santa. ¡Oh el ~ejor de los consoladores, del alma dúlce huesped, suave refrigerio, que ~leñas con tu bendición a todos los vivientes! abre tu mano y derrama tu rocío sobre esta tierra árida y ardiente, que es mi pobre alma. A Tí levanto mis manos, porque soy páFa Tí comó una tierra sin agua. Ayúdame· pronto, Señor, que desfallece mi espíritu; y yo /.a dónde iré sin Ti? ¿a quién me acogeré? Tú eres mi Dios; Tecibe, pues; mis ruegos con agrado.. A Tí levanto mí alma, no me desampares, muéstrate mi miseria, no apartes de ella tus piadosos ojos; pecado he, no me condenes; a ·Tí se dirige mi corazón, a Tí te busca mi ros– tro; ·no quieras abandonarme, pues lo tienes dicho por Tí mismo, con deseo de consolar a tús ·siervos: •Venid ¡¡ nii todos los que traba– jáis: y estáis cargados, que yo os aliviaré•. Y en otro lugar: •Si alguno tiene sed, venga a mí, .y beba •. Mi alma tiene sed de tí; ¡cuán mu– -cho te desea hasta mi misma carne! En tierra desierta sin caminos y sin agua es
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