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-18- tenga él de qué acusarlos en d tribunal de jesucristo. Háse, pues, de vigilar en todo tiempo, y en todo lugar procederse con cautela,.para no ser sorprendidos inermes y descuidados por el enemigo, que ciertamente no duerme ni se cansa, sino que a di~stro y siniestro nos ace– cha en todo momento. Los perezosos fácilmente caen en sus redes. Y estos son aquellos, a quienes gusta trabajar poco, y comer regaladamente. A los inermes vence sin esfuerzo. Y estos son los que fácilmente abandonan la oración, y conservan poco en su corazón de la lectura espiritual que han oído. A los que andan vagueando por fuer¡t los seduce con halagos; a los que halla ociosos, los entretiene con parlerías; para que desatien– dan sus deberes, e impidan o otros atender a los suyos. Aun a los que obran bien, les tienta, pro– curando apartarlos del bien comenzado. ¿Pó– nense a leer o a meditar? Los abruma con sueño. ¿Quieren levantarse a rezar? Como que los encadena en el lecho. No hay lugar alguno en el monasterio, que Satanás, enemigo em~dioso de los monjes, no frecuente, para ver de arrebatar y perder una. siquiera de las ovejuelas del rebaño de Jesu– cristo.
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