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-- 21"1 ñor, aunque no soy 'más que polvo y ceniza». Todo es.to obra en el corazón de los elegi– dos' la verdadera bumilrlad, la cual engendra y guarda en ellos 'iodas las virtudes. Levántate, pues, con diligencia y saliéndole al encuentro, dile: Salve, humildad santa, se– ñora mía; entra en mi mordda, oh virtud de Cristo, halladora de la gracia, singuldr orna– mento de María Virgen. Acércate a mi tú, que eres reparación de la caridad lesionada~· re– <:onciliación del perdido linaje humano. Por tí se abrieron los cielos; por ti se cerró el infierno; por tí somos levantados de nues– tras miserias; por tí somos devueltos a nues– tra patria. De pecadores haces justos; y a los justos los asocias a los ángeles. Tú atrajiste del cielo a Jesucristo; y ensal– zaste a Maria sobre los coros de los serafi– nes. Con todo y ser Dios rico en gracia y mise– ricordia, a nadie sin embargo la confiere sino al humilde. Y porque esta virtud sobre todas abundó en Maria, por eso la saludó el ángel llena de la gracia. Ya se vé que la humildad es y ha sido siem– pre la virtud más preciada de los santos. Ella merece Jo que no se debe a los méritos; ella alcanza a penetrar lo que no enseña la letra; ella no conoce caída, p0rqne nunca presume de si cosas grandes.
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