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• - '230- tos. La tierra es nuestra patria; de la tierra nuestros pensamientos, animal nuestra con– versación,'la piedra y la madera la ocupación nuestra; el comer y el beber, el sueño y el ocio nuestras bajas aspiraciones. Oh cuán en Io profundo nos hallamos, que · apenas si tenemos de las virtudes de lbS san– tos las huellas de sus piés, y sin embargo to- ··davía presumimos, y no buscamos· el camino de la humildad, andamos remisos en el bien, y vamos cada día envejeciendo en el mal y queremos tio obstante se nos tenga en·algo y nos consideren los demás. Muy ajeno es ello al corazón humilde, . que arde de continuo en vivos deseos de adelanta– ·miento. Se miró a sí mismo, y se fué, amargado y lleno de congoja, al retiro de su interior, para dar allí rienda suelta a sus lágrimas. Levantándose luego, leyó en el Apostol Pa– blo lo que de sí sentía: «Yo soy el más peque– ño de los Apóstoles, que no merezco ser lla– mado Apóstol, porque perseguí la Iglesia de Dios. Y·de sí misma la Virgen Santisima en el Evangelio: •Miró el Señor la bajeza de su esc1ava», Y el R. Profeta David: •Humillé en ayunos mi alma, y fue puse por vestido un cilicio•; Y el Patriarca Abrahám: •Hablaré a· mi Sec

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