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-229 ~ las prelacias; que sienten y presumen de si co– sas grandes y esforzadas. Esos lazos han de procurar evitar con cuidado, y guardarse de ellos desembarazados los pobres de Cristo. Es muy de alabar en el humilde el mostrar– se tardo y perezoso para los grandes concur– sos del mundo, y solícito y diligente para las cosas interiores; temer hasta en demasía el aparecer en público, y gustar de ocultarst, como muerto, a las miradas de los holll,bres. Es su estudio sobre los humildes ej~mplos de los santos, sobre la propia fragilidad, y so– bre la humildad de Cristo, dignándose vivir y conversar con los hombres. De sobra halla en sí motivos para humillarse, y tiene siempre abundante materia para objeto de meditación de día y de noche. Lee las Sagradas Escrituras, y considera cuán lejos se halla de las virtudes de los san– tos. Admira sus ejercicios, sus traba¡os, sus tentaciones, sus abstinencias; mira su humil– dad profunda, su paciencia inquebrantable, su perfecta obediencia, y la renuncia completa de todas las cosas del mundo. Por eso llora amargamente y se entristece mucho, porque no descubre en si ese fervor ni nn empeño semejante para adquirir las virtu– des. 1Oh polvo! dice: ¿qué es lo que somos? Car– ne y sangrt, en las que nos hallamos envuel- •
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