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- 226 - No soy yo del número de ellos; pero ten piedad de mi, y perdóname mis pecados, y déseme lugar a penitencia, siquiera sea por Jos mérito.> de ellos. Viéneme ahora a la memoria la más santa· lle todos los santos, la Santísima Virgen Ma– ría, Madre de Dios, a !a (Ual dijo el ángel: <No temas, María, pues has hallado gracia delante MI Señor•. ¿Y por qué no hallo yo gracia en tus ojos, Dios mío? Porque. todavía, dice el Señor, no te has hecho pequeño ante tí mismo. La falta de la gracia es por la sobra de la soberbia. Quita primero esa viga de tus ojos, y verás ent<:mces· lo que haré yo con un siervo mío humilde. ¿Cuándo negué yo la gracia al humilde, .o cuándo dejé de oír la oración del pobre? Oye a! Real Profeta: «Este pobre clamó al Señor y el Señor le escuchó, y lo libró' de to– das sus tribulaciones: porque miró Dios la oración de los humildes y no despreció jamás sus ruegosn . Muchos se llegan a mí (:on el corazón en– greído. No los escucharé yo ciertamente. Pi– den, no el ser sanados de los pecados, sino aparecer como santos ante los hombres. Les gusta la devoción; pero no quieren padecer· conmigo confusión. Desean la humildad, pero rehuyen ser, con los humildes; despr~ciados de

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