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-224- reconocerse a si mismo. Procura llorar sus propios males, considerar los bienes ajenos, y sufrir las flaquezas de los prójimos, excusán– dolas con piedad y caridad. No se cuida de las cosas grandes y subli– mes <le esta vida; de los honores, de. las dig– nidades, de las cátedras y grados; porque piensa que·todas esas cosas son vanas y pe– recederas. Que cuando falleciere el hombre, no llevará consi,go esas cosas. ¿Y dónde están, dice, los que florecieron en el mundo en pasadas eda– des? Como peregrino y huesped de una no– che así pasaron. Por eso desprecia todos los honores, y se abraza con la abyección y los oprobios. Quie– re más Yivir despreciado en la casa de Dios, que habitar en los palacios de los pecadores. Acepta el leve yugo de Cristo, y rechaza la servidumbre trabajosa del demonio. Nada tan trabajoso como querer subir, y en vano; porque el soberbio siempre teme que otros le superen; y aun sin él saberlo, es cada día rebajado. La paz y el gozo son con el humilde, el cual anda por el camino llano de los justos y mora en los valles fértiles de la santidad. •Los valles abundarán en trigo, es decir, en conso– laciones del Espíritu Santo; clamarán, y ento-
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