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- 223 por eso sufre fácilmente lo qce le atormenta en el exterior. Es una señal manifiesta de humildad, con- , fesar el propio pecado en c,>mpensación y . desagravio. Por el contrario es indicio de mu– cha soberbia excusarse y defenderse, y no querer reconocer su falta. No, dice el soberbio, no hke yo eso, no lo hice de ese modo; y si lo hice, no fué tan mal como esos dicen. ¿Quién es e>e que de tales. cosas me acrímína? Y son estos sin embargo los que hablan muchas veces en público de sus malos hechos: estuve en tal lugar, cometí tales y tales faltas, esto dije, esto respondí. / Cuánta miseria y cegued~d; decir con la boca que se ha hecho mal, y no poder sufrir lo tengan a uno por malo los demás. Hijos de los hombres, ¿has! 1 cuándo ama– réis la vanidad y andaréis en busca de la mentira'? Al ser interrogado el humilde, no es pronto y precipitado en la respuesta , sino tardo y moderado. No es tampoco fáci l en la risa, sino tem– plado, grave y mesurado. S" corazón es to– cado más pronto de la dev~ :ión espirituol, porque no busca consolarse con gozo tempo– ral. Se da a la compunción y es el primero en

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