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- 222- No te conturbes, alma mía; que no .recibes sino lo que tus hechos merecen. Jesús n :> hizo ningún mal, ni cosa alguna, por la que mere– ciese la muerte; y sin embargo se humilló has– ta la muerte de cruz. Pues si esto se hace en el madero verde, que estaba en el paraiS<) de Dios, ¿q"ué se ha– brá de hacer en el seco, que eres tú' Me quejo sin r¡lzón, y padezco justamente siempre que por cualquiera y de cualquier modo soy vitu– perado. Sí fuere increpado el humilde o acusado, no aduce excusas o razones para defenderse, an– tes si muestra humildad, confiesa su culpa y promete la enmienda. ¿Y por qué así! Porque no pretende agra– dar a los hombres, sino dar contento a Dios. Poco le importa la confusión humana, porque solo teme el juicio de Dios donde las cosas ocultas se harán manifiestas. Quien con humildad ahora wníesare sus pecados, obtendrá entonces dz mí la remisión ~onsoladora de ellos. Contesta, pues el humilde cuando injusta– mente o con razón es reprendido. Peqtré, e hice el mal delante de ti. Preparado estoy para los azotes, y mi dolor está siempre en mi pre– sencia. Publicaré mi iniquidad y pensaré de continuo en mi pecado. Siente la herida del -pecado en su interior;

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