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-216- Venid a mi todos los que me deseáis, y no hallaréis tropia0, como lo hallaron los so– berhios. Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no anda en tinieblas, sino que tiene luz de vida. Yo soy el modelo de la justicia; yo el ejemplar de la humildad. Yo soy el Buen Pas– tor, y apaciento mis ovejas en el candor de mi corazón, y las conforto con las palabras de mi boca. -Señor, que me apacientas desde mi mo– cedad, no me abandones. Tu espíritu bueno me conducirá por el camino recto; y por tu santo nombre me vivificarás en tu humildad . Ella es la que ha de hacer salva a mi alma, y ha de librarla de la ruina eterna. Si fuere hu– milde, me salvaré. Acuérdate de mí, Señor, dijo el ladrón, con– trito y humillado, acuérdate de mi, cuando estuvieres en tu reino; y tú le contestaste: •En verdad te digo que hoy serás conmigo en el paraíso •. ¡Oh que grande virtud es la humil– dad, que abre a un ladrón los gozos de la. gloria! Adán, ¿dónde estás? Señor, he oído tu voz y he temido, porque me hallaba <lesnudo. Mi– serable, ¿quié:J te ha desnudado ~ino la so– berbia? Seréis cómo dioses, decíaos el tenta– dor. Se ha mentido a si misma la iniquidad; y he aquí que tú y todos tus descendientes os

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