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199 -- ¿con quten más te com¡..uaré, amada mía? Eres semejante a aquellos hombres que se . alegran en el Espíritu Santo, y dicen: Nada tenemos y todo lo poseemos; siempre necesi– tados, y remediamos a muchos; enfermos y despreciables por Cristo, todo lo miramos como vil basura con tal de ¡¡anar a Cristo. Donosa semejanza, y ojalá viese en muchos parecida emulación. Quiero recordarte a mi siervo Francisco, el cual amó en gran manera la pobreza. Verda– <leramente fiel y muy fiel este mi siervo, que la amó de tal manera, que de corazón la lla– mal!a su Señora; y habiéndola amado, la amó hasta el fin de su vida. Por eso se alegra conmigo ahora en mi rei– no, porque desposado antes con la pobreza; vivía alegre en el mundo. De aquí que saliéndole al encuentro, la sa•' ludaba dulce y placentero con.estas palabras: bien venida sea mi Señora la pobreza, con .sus compañeras la castidad y la obediencia. Esta pobreza y sus dos sobredichas compa– ñeras s0n los votos fundamentales de la vida religiosa. Y basta con esto del humilde Fran– cisco. Mas t,.. •nhién te añadiré, aunque sea breve– mente, ;:igo de otros Santos, cuya pobreza brilla er. todo el orbe.
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