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- 196- nosotros por ventura para acabarnos, así como a nuestros ganados? (Ganados llaman a su propia carne). He aqui, pobreza santa, lo que de tí se dice, y cuanto se te calumnia; mas yo sé que nin– gún mal originas, sino que por mi mandato te acercas a las almas para curar las llagas de sus pecados y nutrir las virtudes débilés, que en ellas has hallado. Muy .de otra manera sentía aquel Santo, que decía: •Preparásteme una mesa contra los que me atribulan•, <has dispuesto, Dios mío, en tu dulzura una mesa para el pobre>. Y así cantaba lleno de alegría y contento: .Pobre soy yo y menesteroso•, •el pobre y menesteroso alabarán tu nombre>. Empero, pobreza santa, amada mía, no te entristezcas; no es a tí, a quien han despre· ciado, sino a mí; pues quien a tí t,e desprecia, a mí me desprecia; y quien a tí te recibe, a mí me recibe. Ya sé que no todos pueden amarte; y que por algunos eres ahuyentada muchas veces con indignación. Te hacen todo eso porque no te conocen, ni comprenden el mérito, que tienes delante de mi. Pero no temas, que soy yo el que te he elegido. Yo te adquirí, porque te juzgué más precio– sa que todas las riquezas, y más suave que

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