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- 190- chas riquezas; no me conmueva el pié de lose ricos soberbios, que viven muellemente en el mundo. Caerán sin remedio cuando llegue su día, y su fin será sin honor. Mas yo me alegraré en el Señor, y me de– leitaré en Dios, mi Salvador, el cual quiso ha– cerse para mí ejemplo de pobreza, de humil– dad y de paciencia. Considerando, pues, estas virtudes en Tí, Señor, y en algunos siervos tuyos, te hallo a Tí humilde sohre todo, a Moisés manso en gran manera, y a Elías extremadamente po– bre. Recuerdo bien cómo se aparecieron ellos un día contigo en el monte, y cómo dijo Pe– dro: Señor, si quieres, haremos aquí tres ta– bernáculos, uno para Tí, otro para Moisés, y otro para Elías; a tenor de cuyas palabras yo miro estas virtudes como tres tabernáculos, en los cuales morar es mi deseo. Si dijere que mi Señor jesu~risto habita en en el tabernáculo de la humildad, ¿qué cosa más verdadera y cierta afirmarse puede? Él dijo: •Aprended de mí, que soy manso y hu– milde de corazón». Así, pues, tu tabernáculo, Señor, es la hu– mildad, en la que descansa en verdad el Es– píritu Sante. De aquí el que esté escrito: •¿So– bre quién descansaré yo sino sobre el humilde y quiet;:> y que teme mis palabras?».

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