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- 177- para velar y alabar a Dios con exultación y alegría. AunqUe no sintieres devoción en el coro, canta con buen ánimo y aguMdd del cielo la divina gracia. Muchas veces <~cunrece conce– der el Señor en el fin lo que IW!-:•"'" •·n el prin– cipio. Quiere Él que trabajemos; qui<'rc que e.,pe– ·remos con paciencia; quiere que Bus sl·d gra– to y apreciable lo que ha dispuesto d<iJ'nos; quiere que conozcamos con verdad que n,Hid bueno habemos de nosotros, sino 'fUe 1"do nos viene de su gracia y misericordia. Oremos, pues, cantemos y alabemos ,¡J Señor nuestro Dios que nos crió; porque nada hay más excelente y meritorio que alabarle con el corazón y con la lengua. Lejos sea la pereza, lejos la soñolencia, cuando estamos en presencia de los ángeles y a los ojos de la Majestad Divina. 6." DE LA MEDITACIÓN DESPUÉS DE MAITINES Terminados que fueren los maitines, ofréce– te a tu Dios en sacrificio de alabanza perp&– tua, porque se digne conservarte día y noche en su amor para gloria de su nombre. Que esta debe ser nuestra principal c>eepa– dón, alabar a Dios continuamente, y todas nuestras obras exter·iores e interiores, gr-andes
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