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-12- por los lazos de la parálisis, el otro se halla oprimido por la pesantez de su corazón. Es de más valor sojuzgar las pasiones, que lanzar los demonios de los cuerpos de los po– sesos. Es mayor caridad corregir al tibio, que so– correr la necesidad del mendigo. Quien halla fastidio en el orar, y mucho de– leite en el parlar ¿cómo puede haber fervor en su corazón? · En modo alguno ciertamente; que si tuviese. un ·poco de fuego en su interior, evitaría de– rramarsci con vanas conversaciones al exte– rior. ¿Que cómo podrá uno encenderse en fervor de espíritu? Haciéndose con frecuencia a si mismo violencia contra la mala costurnb:r'e, y guardando el rigor de la orden en la forma que ella lo establece. El tibio se lamenta de la rigidez de la disci– plina; el fervoroso la abraza con júbilo y ale– gria. Dice el tibio: temo fatigarme la cabeza, y caer en la debilidad. ¿Qué es lo que dices, ti– bio y disoluto hermano? En verdad que no sabes lo que dices. Temes las cosas pequeñas, ¿y no ternes las grandes? Ternes el dolor ·corporal, ¿y no ternes el torcedor de la conciencia? Temes ayunar,. temes velar, ternes vivir en silencio, ¿y no te-

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