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CAPITULO 111 Del ardiente deseo, que se apodera del alma al ser. visitada por el Verbo , esposo suyo muy amado •Delante de ti, Señor, está patente todo mi deseo, y mis gemidos no pasan inadvertidos ~n tu presencia•. He aquí que mi corazón se inflama al deseo ·de la eternidad; y recordando lo eterno, y de– seando lo celestial me veo oprimido del peso de mis acciones, y me causa tédio todo cuan– to veo en la tierra. Tédio me causa todo solaz humaJJo, y no hallo remedio para mi dolor sino en unir mi corazón perfectamente con el tuyo. Tú, Señor Dios mío, Tú eres la causa de mí dolor, Tú el que aumentas mí amargura, Tú el incendio insoportable de mí arriar. Tú me hieres con saetas ocultas, Tú me en– ciendes, Tú me penetras todo; Tú consumes to– das mis fuerzas.
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