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- 153 - luz d~l ci~lo, no la luz rle la tierra, no la luz angélic::a ni humana, sino In luz eterna, inmen- · sa, in~f~ble, incomprensibk, sobreesencial e inconmutable. ¡Oh cuán pesada me ~s Id carga de la car· ne; qué abrumadora la !~y del pecado qu~ reina en mis miembros, y me retrae y aparta de la vista de la luz celeslial, de la cont~m­ plación de la gloria d~ Dios, del sab01· de la felicidad elern" y de la compaiiia d~ los ciu– dadanos del cielo, a los cuales hinche y cir– cunda ~1 gozo sempiterno! D~rrama, Señor, sobre tu siervo, por brev~ tiempo siquí~ra la gracia y la bendición del cielo, ya que no soy digno todavía d~ aplicar mis labios a la fu ente llena de agua viva, que salta hasta la vida eterna. Visitame con frecuencia, ¡oh jesús clem~ntl­ simo! y enciéndem~ en tu am3r, para que aprenda a despre :iar las cosas bajas y viles · de la tierra, y a buscar!~ puramente a ti solo,_ bien e t~rno e increado, y a amar!~ de veras. sobre todas las cosas.

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