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- 126- apasionadamente, te juzgarás con justicia in– ferior a todos. Dime: ¿de qué pena y confusión sería digno· quien ofendiese a un señor de la tierra o a un princípe de este mundo con palabras injurio– sas o con acciones indignas y afrentosas? ¡Oh cuán vituperable parecería quien en presencia del rey y de sus ministros se entre– tuviese en manosear un cadáver hediondo y mal oliente o en revolver el cieno vil y nau-· seabundol ¿No se le expulsaría luego de su presencia lleno de confusión, y aún se le juzgaría digno de ser encerrado en una caree!? Tú eres, ¡oh dolor! el necio, que has perpe– trado cosas semejantes. No te has abstenido de pecar ni aún en presencia de la Majestad Divina y de sus santos ángeles. Acaricias en tu imaginación muchos fantas– mas impuros, que debería rechazar con toda presteza y detestar más que el lodo de la ca– lle; y dejas a tu corazón vaguear libremente ' por el siglo, aún en tiempo de oración y en el lugar sagrado, donde con mayor reverencia y atención debieras permanecer y no pensar más que en Dios y en tí mismo con exclusión de todas las cosas del mundo. . ¿Cómo, pues, merecerás llamarte religioso, tan lejos como te hallas de Dios y tan disipa– do en tu corazón?

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