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' • - 121 -- Sea tu Jecho como a mane"a de sepulcro, en el que vas a descans<1r un poco, y resucitar luego de nuevo,. para celehJ\H' la gloria de Dios y cantar sus divinas al:lihmzas. Cuanto mejor dispuesto v,¡y,IS a dormir, tanto más eXpedito te hallarAs ¡><tr<l levantarte. Rumia en tu corazón, y rrrilé1 con la boca devotos himnos y salmos, mientr,ls te vas po– co a poco quedando dormid o. Aquella última palabra, que dijo Cristo en la cruz, repítela tú tres veces con Jos ojos le– vantados al cielo en mel)loria de su muerte santísima, y también ·del momento, en que tu alma saldrá del cuerpo: , Padre, en tus manos C?ncomiendo mi espíritu~. Redlmisteme, Señor, Dios de bondad por tu Hijo bendito con ex– celel)tísíma caridad. Componte en el lecho con modestia y ho– nestidad; cubre toda desnudez, y no te vuel– vas con ligereza a un lado y a otro, mas per– manece quieto y arreglado, acordándote de Cristo pendiente de la Cruz, el cual durmió, al morir, no en mullido lecho, sino en durísimo patíbulo. Sí la carne se rebela, si te asaltan torpes imaginaciones, si alguna otra pasión te im– portuna y no te deja descansar, acógete a la oración, ármate con la señal de la cruz, opón– le los azotes, la corona de espinas, la lanza y todos los instrumentos de la Pasión, contra

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