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96- parlerías? Sin Dios todas las cosas son pura vanidad; mas pensar en Dios es de maravillo-. sa suavidad para el corazón piadoso. Así aprendieras, siquiera con tu daño, a proceder con más cautela, cuando te hallares fuera de casa. Vuelve, vuelve por fin a lo interior de tí mis– mo, . aunque sea manchado y distraído; y re– cupera en el retiro, lo que entre el público has perdido. ¡Ay qué pocas veces se sale sin peligro, y qué pocas se vuelve sin detrimento! Ya, pues, en tu celda recogido, guarda si– lencio y gime, y echa de ti cuanto de nocivo se te ha pegado fuera. Acuérdate de Dios solo; y no te dejes llevar del deseo de espaciarte más. He visto algunos andar frecuentemente de una a otra parte; y también el poco früto que han conseguido de tal porte. En tiempo de trabajo o de escritura levanta con frecuencia el corazón a Dios con breves oraciones y fervorosas jaculatorias. Rumia algún versículo del Salterio, o re– cuerda algún pasaje del Evangelio; que te sir– van de estimulo y alejen de ti el tedio. Preciso es que seas trabajador animoso y orador devoto, si deseas progresar en el amor de Dios, y persev~rar en su servicio. Sentirás muchas veces importunas divaga-
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