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-55- to, debe entregarse a él y perseverar todo el tiempo que pudiere, cerr.ando el camino a los discúrsos. Lo segundo, que cuando se va enti– biando la voluntad, vuelva a hacer algunos dis– cursos, a dar algunas esiabonadas para animar el afecto; y es buen medio también hacer al– guna oración jaculatoria. Esta contemplación se llama discursiva, im– perfecta o natural, porque nosotros con nuestra diligencia la podemos conseguir, ayudados de la divina gracia. Otra contemplación hay perfecta, sobrena– tural y pasiva, la cual dice S. Bernardo, (rn Scala claustri) que es; una elevación del en- 1endimiento suspenso en Dios que hace que comencemos a gustar en la tierra los gozos del paraiso•. Esta contemplación y gracia la suele Dios comunicar a los que por mucho tiempo se han ejercitado en grande perfección de vida, mediante la oración ordinaria. Tiene tantos grados y especies y tan diversos modos, que no se pueden comprender con humana re– gla; porque como el autor de ella es Dios, que .es infinito, tiene infinitos modos de comunicarse a sus siervos. A cada uno se le comunica como es servido. En esta contemplación se suele el

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