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-53- gún paso de la Pasión o postri!llerias. Acerca de la meditación se ha de advertir, primero: que lo que se considera, no ha de ser como cqsa pasada o que está lejos, sino como si re– ahnente ocurriera entonces dentro de su cora– zón, ante sus ojos, .a lo cual llama S . Ignacio en el libro de sus Ejercicios; «Composición de lugar. > Lo segundo, ha de ser sosegada y quieta, como quien escucha; y no con demasiada ve– hemencia; porque los afectos y sentimientos de la voluntad no se alcanzan con violencia ni con demasiados ni agudos discursos. Cuenta Juan Gersón de un siervo de Dios, que solía decir muchas veces: «Cuarenta años ha que trato de oración y no he hallado mejor medio que el presentarme delante de Dios, como ni– ño, como pobre desvalido, ciego o desampa– rado, reconociendo mi inutilidad y miseria, pi– diendo el remedio y favor de su infinita piedad y poder. De tres modos se puede haber el entendi– miento en la consideración o meditación de las cosas divinas; o hablando interiormente con– sigo mismo, alegándose razones sobre el pun– to propuesto para convencerse; o como oyendo

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