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CAPITULO XXVII De los viajes Del modo que se ha de ir en viaje. Nunca el Religioso ha de. pedir Ir de viaje, y mucho menos mudar de Convento, (excepto sí hubiese muy razonable y gran causa) sino resignarse totalmente en la voluntad· de Dios la cual le manifieste su Majestad ,Divina por los Prelados, que son representantes suyos. De esta suerte correrá ?Or cuenta del mismo Dios, que sabe todo lo futuro, el que disponga lo más conveniente para su aprovechamiento espiritual y _conservarlo. Pero si no se resigna– re de esta suerte, tenga entendido el Religio– so, que en donde piense hallar más consuelo, hallará la mayor penalidad y tropiezo en cas– tigo de dejarse llevar del amor propio y pro– pia voluntad y no resignarse a la divina. Pero cuando el Prelado le mandare que ha– ga algún viaje, o que mude de Convento, irá
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