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-192- padres; convídele a comer, sentándole a la mesa en su compañía; y luego que descoja la servilleta, aparte el pan que le ha de dar, y de todo lo que le administraren, dé lo mejor a su convidado, para que no sea ·como el sacrificio de Caín. Converse interiormente con su Di– vina Majestad; unas veces dándole gracias por– que es servido de sustentarle mediante sus criaturas; otras veces pídale favores; otras ofrézcale grandes deseos, motivados de la lec– ción que se lee, y procur~ a cada bocado que toma·re, ofrecerle algún afecto. De esta suerte quedará el alma sin pérdida y más alimentada que el cuerpo. Concluida la comida, se alaba a Dios y se le dan gracias por todos los beneficios recibi– dos y singularmente por aquel que acaba de gustar, y se le pide a su Divina Majestad con mucho fervor que a todos tos bienhechores les dé la vida eterna.