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-176- replmente en el sacramento, . e inclinar la vo– luntad a amarle, reverenciarle, alabarle y otros ..afectos. Esta presencia de Dios se ha de te– ner en la iglesia y coro y también en la celda. En cualquier otra parte podemos encaminar la ate.nción y el afecto a Dios para reverenciarle en el lugar donde está sacramentado; como se hace cuando se tañe la campana al alzar el Sa– cramento, que todos se arrodillan, aunque es· tén en la plaza y en el campo, y le veneran; pero el tiempo que más íntimamente se goza esta presencia es después de haber comulga– do, cuando le tenemos en nuestro pecho, y to– do aquel día, considerando que su Majestad Divina ha estado en nuestro corazón como en relicario. No hemos de dar lugar en él a nin– gtín pensamiento ni afecto, que le pueda man· cillar, consjderando que como su alma es la que da v1da y operaciones a su cuerpo, a ese modo entró el Señor en mi pecho, a ser alma de mi alma. Procure el alma que todas sus ac· dones, pensamientos y palabras sean origina– das del mismo Cristo. <Qui.manducatme, et ipse vivet propter me. Ooan 6.») La segunda es imaginaria. Esta consiste en una imagen que (orma la imaginación de al·

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