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-145- asentar fínnemente en su corazón, que aquella pena se la envía Dios. El Espíritu Santo dice: Los bienes y los males, la vida y la muerte, la pobreza y honestidad provienen de Dios. «bo· na et mala, vita et mors, paupertas et ho~ nestas a Deo sunt. (Eccli. Il-14.) También las penalidades que nos causan las criaturas nos las da Dios; porque las cria– turas son instrumentos de lo que su Majestad quiere o les pennite. El mal de la culpa no lo quiere, pero lo pennite. El mal de pena, no solo lo permite sino que lo quiere. Declárome: •Hace una injuria Francisco a Juan. • Aquí hay 9os cosas, el pecado de Francisco que hace la injuria, y la pena de Juan que la padece. El pecado de Francisco es contra la voluntad de Dios, aunque lo permite; la pena de Juan la quiere y la ordena. Por esta razón, aunque Cristo Ntro. Redentor padeció afrentas, dolo– res y la misma muerte de los judíos, no lo atri– buye a los judíos, sino a la disposición de su Eterno Padre. Esto presupuesto, la razón más fuerte y el medio más eficaz para inducir al siervo de Dios . a que lleve los trabajos y adversidades con re· signación, es el considerar que Dios se los en·

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